NAHUEL
Y EL CÓNDOR
Escrito por Lucre Arrías
NAHUEL Y EL CÓNDOR
El cóndor estaba sobre una roca. Mirando
con sus alas plegadas el gran valle iluminado. Cuando nahuel lo encontró. El
ave se dio cuenta que era él, pero siguió en su posición.
Detrás del niño, llegó su abuelo, deteniéndose
a su espalda. Apoyando su mano en el hombro, la apretó y dijo
- Debes tomar una decisión, si le quieres
de verdad.
- Sí abuelo, le quiero. Sabes que su espíritu
esta conmigo desde que nací y más con todo lo sucedido, es como si fuéramos
uno.
- Entonces, debes actuar Nahuel. Si le
retienes, morirá. Ama demasiado su libertad como para estar así. Él, dentro
de lo que es, también te quiere, te respeta por haberle cuidado y protegido
cuando estaba indefenso, no hará nada que tu no quieras, tu decides, si le
dejas libre o le retienes, matando su espíritu poco a poco.
Nahuel no pudo contener las lagrimas, sabia
lo que tenia que hacer, pero le dolía demasiado. No podía gesticular palabra.
Su abuelo, volvió a apretar su hombro como
signo de fortaleza ante al decisión tan dura y se marcho dejándolos solos.
El silencio que envolvía la tarde era
especial
Nahuel se sentó sobre una roca y comenzó
a recordar como había encontrado al cóndor. Una tarde de tormenta, cuando
pasaba las vacaciones con su abuelo en el valle.
Él vivía en una gran ciudad, pero sus raíces
eran indígenas del sur. Había crecido como todos los niños de las grandes
urbes, pero aprendió las costumbres del pueblo de su padre, y con ellas a
respetar al cóndor. El ave era considerada por estos como el guardián de las
montañas, y su espíritu encerraba la armonía de las grandes cumbres.
Cuando el niño nació, un cóndor surco en
ese mismo instante la casa donde le alumbro su madre. Por esto, todos decían
que el espíritu del ave se había posado sobre Nahuel.
Esa tarde, cuando encontró al cóndor,
este estaba herido por unos cazadores furtivos. No comprendía como había gente
que se divertía matando a estas aves si estaban en extinción. Necesito la
ayuda de su abuelo para llevarlo a donde lo pudiera cuidar. Y así lo hizo
durante más de un mes. Cuando el ave estuvo bien, sucedió una cosa curiosa, no
se fue. Se quedo junto a Nahuel hasta ya casi terminado el verano.
El niño se había ocupado del ave en todo.
Pero debía volver a la ciudad, y el ave a sus montañas.
El sol comenzaba a ponerse, solo se
escuchaba el latir de los dos corazones, y un sollozo que se iba apagando poco a
poco. En eso, decidido, tomando fuerzas, dijo.
- Vete gran ave, te quiero demasiado, como
para tenerte en cautividad para que tu espíritu sufra y muera de apoco. Vamos,
vete ya, y alzó la mano como signo de que partiera
El ave, dirigió su mirada a Nahuel, volvió
a ponerse frente al sol. Abrió sus alas dejandose caer por el precipicio.
Por un instante, el niño se asusto..
Porque penso que se había matado. Sabía que el cóndor cuando se siente
amenazado o enfermo, prefiere morir a seguir cautivo o siendo una carga, y corrió
al borde de la montaña. En eso, el cóndor, subió con sus alas desplegadas por
las corrientes de aire, planeando en dirección al sol pasando el borde de una
por la cabeza de Nahuel como diciendo adiós.
El niño sonrío.
La noche se hizo cerrada y todavía estaba
mirando por donde había partido.
Al volver a su casa, encontró a su abuelo
junto a la chimenea fumando su pipa, se sentó a su lado sin mediar palabra.
- Que has hecho? Preguntó su abuelo.
- Lo que debía, dejarlo ir. Pero sabes
siempre estará conmigo porque parte de su espíritu ahora esta más en mi corazón,
seremos uno siempre. Y yo estaré con él porque parte de mis esperanzas y sueños
se fueron con él.
El abuelo siguió fumando y acaricio la
cabeza del niño que de repente se había hecho hombre tomando una decisión así.
Seria un buen hombre, estaba seguro.
Fin